miércoles, 25 de julio de 2012

Dia y noche


EL DIA

¡¡Despierta!!... ¡¡despierta!!... parece gritar sin consideración el sonido repetitivo de la alarma que interrumpe tu necesario descanso e irrumpe de forma abrupta en tus sueños, arrancándote con violencia del mundo en que te sumerges cada noche, tan único, te produce tanto deleite que progresivamente va usurpando la realidad y convirtiéndose en el preferido de tu mente.
Y así comienza el día. Preludio de un sinnúmero de vacuidades indignas de ser mencionadas si quiera. El sol aun rezagado esparce sus primeros rayos sin ganas sobre una ciudad que se despereza abriendo sus enormes fauces, rugiendo hambrienta a la espera de su alimento cotidiano de voluntades mermadas y cercenadas.
Vuelves a tu rutina sin alegría ni emoción alguna, sabes que puedes esperar y no anhelas nada más. En el transcurso de las horas tu mente divaga, se pierde en ensoñaciones, tal vez recordando retazos de aquel sueño, tal vez imaginando nuevas vías de escape, tal, simplemente, vislumbrando el horizonte de forma anodina.
Vueltas y más vueltas, un infinito que atrapa con pasmosa facilidad a aquellos, pobres infelices, que osan entrar en su continuidad. Y ríes alguna vez, y callas otras más, y observas, y hablas sin necesidad. Y cuestionas sentido y validez. Prioridad.
Con suerte el día te deparara suficientes ocupaciones para que las horas corran prestas hacia su ocaso. Tu deber esta cumplido, apenas un aliciente para empujar tu voluntad. Muchas horas han pasado desde que abrieras los ojos de nuevo a la realidad y te sientes cansado, muy cansado, pero ya no consigues distinguir en lo físico y lo mental. La desidia ha ocupado un puesto de honor que mantiene con férreo yugo.
La luz ha ido desapareciendo paulatinamente y se ve remplazada por resplandores artificiales que hacen sentir frio y desangelado. Hemos perdido el ciclo natural de las cosas y forzado a nuestro propio ser a actuar aun cuando no estamos preparados para ello.
El retorno se hace corto, apenas te fijas en tu entorno. Estas en casa otra vez.

LA NOCHE

La oscuridad, casi forzada por la omnipresente luz artificial, se dibuja acogedora, intima y envolvente. Donde dejarse llevar sin temor, abandonarse al ego y perderse en el mar de las ideas. Al caer el sol, puedes permitirte descansar y desconectar el automático que da inercia a tu vida. Puedes retomar la melancolía encerrada en tu ser que desea salir a pasear. Deleitarte con melodías delicadas, suaves que elevan tu espíritu a cotas más allá de ojos indiscretos y vacios, incapaces de entender que hay algo más de lo que son capaces de captar.
Suspiras profundamente y desencadenas el torrente que inundara tu alama con emociones y sentimientos y te arrastrara a un océano abisal donde con suma facilidad podrías desesperar.
Pero no importa, tan solo te dejas llevar. Es tu momento, es tuyo y de nadie más y es lo único que jamás podrás perder.
Recuerdas fragmentos del día e intentas, vanamente,  otorgarles algún significado. Miles de pensamientos aparecen y desaparecen con asombrosa velocidad, palabras y versos que desean ser plasmados en la eternidad de la escritura luchan por sobrevivir. Imágenes que acuden de forma reiterada a veces te hacen temblar, acompañadas de intensas emociones. En este océano puedes, si sabes cómo, ver el pasado, el presente y el futuro.
No hay nada fuera que requiera tu atención, y aunque así fuera, sería demasiado insulso comparado con esto.
Tumbado en la cama, todo esto y más te envuelve como una madre mientras espera que su hijo se duerma mecido en su tierno abrazo. Logra su cometido y entras en ese maravilloso mundo onírico que precede al día. Y bebes de su realidad hasta saciarte y deseas, como cada noche, que nunca acabe. Pero el tiempo pasa tan rápido aquí… Y de nuevo un aullido muy familiar…