martes, 18 de diciembre de 2012

Acometida




Imposible de contener. La vida no se puede controlar ni retener. Como un rio que supera cualquier barrera. Y es el agua la vida, la fuerza, la potencia, la calma o la tempestad, el misterio… Se desborda como un recuerdo reprimido largo tiempo. Ni presa natural o artificial sirve de freno. Choca con fuerza embravecida y destroza el muro que intenta disipar su furia, -¡Aquí estoy!, brama en el estrepito del desmoronamiento. Entra a raudales en esa ciudad tan bien construida, tan firmemente fortificada y se cuela por cada calleja, tras cada esquina, empapando las calles, las casas, del recuerdo de un cauce que una vez estuvo allí. Y en su acometida, brama furiosa por su encierro y arremete contra todo. Y cuando el muro cae, tan solo restan los guardias, que durante largo tiempo han procurado esa estabilidad y preservado su ciudad de la maldad exterior. Ahora se enfrentan a un torrente liberado que amenaza con hacer caer sus defensas, a la vulnerabilidad de verse expuestos a la realidad.  Muchos enemigos aguardan una brecha por la que colarse. Enemigos con formas variables, pero con un solo nombre. En sus resueltas miradas aparece un destello de incertidumbre, nadie olvida la última inundación. -¿Qué vamos a hacer?  El pueblo teme y la guardia duda. Tal vez, el agua arrastre consigo la suciedad acumulada. Tal vez riegue los campos. Tal vez acabe con la sequia. Tal vez…
El tiempo se detiene, aun pueden pensar. Luchar y vencer, fortificar aun mas, endurecer aun mas, muros más altos, guardias más fieros. Luchar y morir, hasta el último, en un sacrificio personal, por una renovación, por una oportunidad.
Poco a poco, el tiempo vuelve a su normalidad…

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